CAMPO DE TRABAJO LIBERACIÓN 22
Victor Parra Ramos, profesor del Colegio San Juan García (Madrid), cuenta en
primera persona cómo ha sido el Campo de Trabajo de Algeciras este verano:
Tras haber tenido ya alguna experiencia personal anterior de voluntariado,
principalmente en el extranjero, no sabía muy bien qué esperar del Campo de
Trabajo de Algeciras. Mi inquietud por conocer nuevos lugares, nuevas culturas y
gentes, me hacía dudar sobre este Campo de Liberación en territorio español. Lo
primero que me atrajo fue cómo presentaron la “Misión Impulso” el P. Antonio
Torres, José Manuel López y el P. David García, allá por marzo en la Comunidad
parroquial y educativa de Aluche, donde expusieron entre otras muchas
cuestiones, todas las actividades que se llevarían a cabo desde ese mismo
momento y hasta casi finalizar el verano.
Era la primera vez que visitaba Algeciras y cuando llegué allí me sorprendió la
sensación de cercanía y tranquilidad que transmitía la Comunidad trinitaria, la
casa de acogida situada junto a ella y los alrededores. Quizá esta ciudad gaditana
no sea conocida como la más bonita del mundo, pero tiene su encanto y pude
disfrutar de una población llena de rincones por descubrir.
El P. Sergio García y el P. Francisco Jesús Ferrer nos acogieron desde el primer
momento y nos hicieron sentir como en casa. Especialmente, el P. Sergio nos
acompañó prácticamente en cada actividad y en los tiempos que tuvimos libres,
preocupándose casi en exceso de que estuviéramos bien y tuviéramos la mejor
experiencia posible. Desde luego, lo consiguió.
En el primer día de adaptación e inclusión en el entorno, conocimos ya a muchos
de los acogidos en la casa, junto a la Comunidad. Compartimos con ellos la comida
y cena, como haríamos durante toda la semana. Nos sentamos todos mezclados,
distribuidos en mesas de cuatro: los trabajadores de la casa y la escuela de
hostelería, los participantes en el Campo de Trabajo y todos los acogidos. ¡Qué
buen momento para conocerse, hablar con personas con realidad tan distinta a la
nuestra y para comenzar la inmersión que viviríamos esos días!
Siempre me acordaré de Marouan, un chico marroquí de Alhucemas, ciudad que
ganaría importancia hacia el final de la semana. Él, como muchos otros, llegó a las
costas españolas siendo menor, sin acompañamiento, sin recursos, sin conocer a
nadie, pero con unas ganas infinitas de aprender, trabajar y poder tener una vida
digna en nuestro país. Ahora, con veintidós años, está terminando el curso de
hostelería, de unos tres meses de duración, en la Escuela de Prolibertas. Una
escuela con una reputación increíblemente buena y con un éxito aplastante de
inserción laboral en restaurantes y demás establecimientos de la zona. Este
joven lo está terminando de una manera excepcional. Los profesionales de la
escuela (Belén, Inés, Paloma, Araceli, Lola) saben que, con ese espíritu tan
trabajador, constante y decidido, podrá hacer cuanto se proponga. Así como ha
aprendido castellano tan rápidamente, conseguirá cumplir su sueño: abrir una
peluquería en Córdoba.
Sin embargo, por desgracia, no siempre todo son buenas noticias. Pudimos
conocer a otro joven marroquí que no parecía tan proactivo y participativo en las
tareas de la casa y la escuela, así que las educadoras, terapeutas ocupacionales,
psicólogas y el resto de encargados de la casa tuvieron que tomar la
complicadísima decisión de pedirle que se buscase otro lugar donde continuar
con su día a día, ya que no parecía querer adaptarse a las reglas y los objetivos
que se exigen allí.
En nuestro tercer día, lunes, empezamos una de las actividades principales del
Campo de Liberación: la visita a la cárcel de Botafuegos. El P. Sergio tenía nuestra
visita perfectamente preparada y también había planificado los talleres que
realizaríamos y el resto de experiencias que tendríamos. Yo estaba muy
interesado por conocer la realidad penitenciaria, la actividad parroquial en la
misma y el funcionamiento de esta.
Tal vez por temeroso, o simplemente por desconocimiento, pensé que sería una
experiencia impactante y casi traumática. Nada más lejos de la verdad. Me
sorprendió mucho encontrar un mundo muy complicado, entender cómo es la
experiencia de ser privado de libertad, nuestro mayor regalo en esta vida; pero a
la vez, descubrí PERSONAS. Justo eso es lo que nos dijo una reclusa en un primer
taller de presentación que realizamos en el módulo de mujeres: “¡Somos presos,
sí, pero también personas!”. Imposible no recordar esta frase, que no calase entre
nosotros, visitantes, y complicado completar el comentario. Desde luego,
imposible rebatirlo.
Esta actividad de presentación fue muy interesante para conocer las aficiones
que solían tener y que aún pueden mantener (las menos) dentro de prisión. Hubo
personas que apenas podían recordar qué les gustaba hacer. Incluso una mujer
confesó que nunca había tenido ningún pasatiempo en particular, la vida le había
llevado por un camino difícil, donde apenas había podido elegir qué hacer o,
incluso, tener tiempo libre.
Los días siguientes, siempre durante varias horas por la mañana, seguimos
realizando tareas, como por ejemplo un mural que titulamos: “Go, hacia la
libertad”. Cualquier actividad era la excusa perfecta para cruzar unas palabras con
los presos. Nuestra labor, más allá de conocer la realidad que se vive dentro de
una cárcel, era llevar una palabra de ánimo, un gesto de complicidad, algo para
dar aliento y esperanza de que el mundo les espera fuera con los brazos abiertos.
No es nada fácil poder abrirse en su entorno tan limitado y, un día, vivimos una
experiencia fascinante. Otra mujer se “encontró” con el P. David y aprovechó la
oportunidad para improvisar un confesionario allí mismo. Reconoció que le había
cambiado el día, tras el tiempo que hablaron, y que incluso veía su situación
dentro de una manera distinta.
El antiguo capellán de esa misma cárcel, el P. Pedro Aliaga, reconocido por su
buena labor durante tantos años en penitenciarías, junto a los voluntarios Bita,
Fermín, Eduardo y Cristina, nos acompañaron e ilustraron en dicha tarea tan
gratificante de visitar a los presos. Llevan más de veinte años como voluntarios
en Botafuegos y han vivido experiencias de todo tipo.
El penúltimo día, participamos con el grupo del programa EPYCO, que lleva Mª
Carmen, que además trabaja en la casa de acogida trinitaria. Dicho programa
trabaja la reinserción laboral, incluso desde que están aún en prisión, y continúa
meses después de haber recuperado la libertad. Ahí conocimos, entre otros, los
casos de Tamara, la artista; Ruth, la psicóloga; Alexandra, la flamenca; Paco, el
buena persona; o Daniel, el madrileño recién estrenado como padre. Nos contaron
sus experiencias de vida, sus nuevas visiones adquiridas dentro de la cárcel y con
el programa EPYCO o sus planes de futuro. Nos hicieron, igualmente, preguntas
sobre nuestras ocupaciones, nuestra vocación o nuestras opiniones de asuntos
diversos.
Si intento resumir mi primera experiencia en un centro penitenciario brevemente,
podría decir que impacta la normalidad. Lejos de impresionar, notas la cercanía y
ves lo que se sufre ahí dentro (a pesar de todo lo que se ha avanzado en mejorar
instalaciones y organización).
No quiero dejar de escribir sobre las charlas tan interesantes que tuvimos casi
todos los días, un ratito por la tarde, en el que no nos daba tiempo a preguntar
todas nuestras dudas sobre todo lo que nos contaban. Una de ellas fue sobre los
menas y cómo integrar a esos jóvenes en nuestra sociedad, la difícil situación
que viven desde que se aventuran a cruzar el Estrecho. Otra charla, en este caso
de Susana (de una ONG colaboradora), fue sobre el papel denigrante que a
menudo juega la mujer, sobre todo en una situación de riesgo y tan complicada
como es intentar cruzar a Europa desde el centro de África, en un mundo
dominado por hombres y donde a menudo se producen violaciones a aquellas
más indefensas. Una charla muy enriquecedora también fue la de Javier,
coordinador de Prolibertas en España, sobre el conocimiento propio de los que allí
participamos: controlar nuestro ego, eliminar la compasión para dar paso a la
emoción. Y, por último, la visita del P. Manolo Cánovas, que nos introdujo en el
mundo tan distinto que se vive en Alhucemas, Marruecos, donde tienen una
pequeña iglesia y un centro de ayuda social a los vecinos de aquella localidad.
Allí se realizan actividades que llevan a cabo los dos religiosos trinitarios, junto a
dos trabajadores africanos seglares.
La próxima actividad o el próximo Campo de Trabajo ya está sobre la mesa. La
propuesta para ir a conocer, participar en las tareas y sensibilizarse con la
realidad de la casa trinitaria de Alhucemas, debe ser el siguiente objetivo,
objetivo que me encantaría compartir con muchos otros profesores, de mi centro
de Aluche y de otros, de Madrid, Andalucía, Castilla La Mancha, Salamanca…
Una experiencia realmente atrayente y cautivadora. Te cambia la visión de
muchas cuestiones y convicciones auto impuestas de manera preconcebida o que
te has dejado imponer por otros, por la sociedad que no perdona, margina y no
pregunta. Pero ¿no deberíamos preguntarnos por qué solemos actuar de una
forma determinada? ¿O por qué nos dejamos llevar por los pensamientos de
otros, lo que sabemos solo de oídas y no ponemos remedio a aquello que se debe
cambiar en nuestra sociedad? Hagamos algo, lo que esté en nuestras manos,
aunque sea sencillo. Conozcamos realidades y juzguemos a posteriori, cuando ya
sepamos una pequeña parte de todo lo que hay detrás.
Quizá en ese momento, nos pongamos más en el lugar del otro. Quizá queramos
conocer y viajar más aún. Quizá abramos la puerta a buenas personas y quién
sabe si nos convertimos así en mejores personas nosotros también.
Y, por último, no quiero olvidarme de mencionar a los compañeros tan agradables,
grandes personas, con los que he compartido una semana tan intensa como
apasionante. Ha sido difícil de mejorar, en parte por haber conocido en esta
experiencia única a Álex, estudiante de magisterio de Córdoba; Cristian,
seminarista trinitario de Málaga; Jean Bosco, Jean Cris y Mami, seminaristas de
Madagascar que viven en Granada; Juan, estudiante de FP de Almodóvar del
Campo; y dos de los organizadores, José Manuel y el P. David, que compartieron
parte o gran parte de la semana con nosotros. GRACIAS.