Fratelli tutti: claves pedagógicas para una cultura del encuentro

 


 

Una vez más el papa Francisco nos brinda un documento que pretende hacernos reflexionar sobre ámbitos del ser humano de los que la Iglesia no puede quedar al margen. Lo ha hecho en forma de carta encíclica en la que nos habla mucho, alto y muy claro; de carácter social, sin duda, siguiendo el espíritu de su segunda encíclica Laudato si (2015) que dedicaba al cuidado de la Creación.

En plena pandemia el Papa nos deja esta llamada profética con su ya clásico lenguaje asequible a todos y de un sabor evangélico profundo. De hecho, uno de los ejes vertebradores del texto es la parábola del buen samaritano (Lc 10,25-37) que inaugura el segundo capítulo. Esta parábola nos hace recordar la expresión del Papa de “Iglesia en salida” (Evangelii gaudium, 20) que tanto usa en sus escritos y nos llama a estar dispuestos a salir al encuentro del necesitado, del prójimo. Y ahí es donde entramos en materia: como fundación educativa que somos, no podemos dejar pasar la oportunidad de extraer de la encíclica una pedagogía que nos sirva para educar a los alumnos que acogemos en nuestros centros trinitarios.

¿Quién es mi prójimo? A partir de una pregunta, Jesús cuenta esta parábola conocida por todos que relata la situación de un hombre asaltado en el camino por unos bandidos que le roban y golpean. Pasan junto a él un levita y un sacerdote (los que se suponía “buenos de la película”) y no se detienen a ayudarle. Más tarde pasa un samaritano, pueblo despreciado por sus vecinos de Judea, y, sin embargo, actúa con misericordia: atiende al caído, cura sus heridas y lo deja en una posada para que sea cuidado, cargando él con las costas (núm. 56). Primer rasgo pedagógico que encontramos: la atención preferencial a los más desfavorecidos de nuestras comunidades educativas. Verbos como acoger, proteger, promover y actuar deben marcar las actuaciones de los centros, en especial cuando se trata de atender al prójimo caído -el alumnado en riesgo de fracaso escolar por cualquier motivo-, el que más necesita de cura y atención. El papa Francisco utiliza para referirse a ellos la expresión“a un costado de la vida” (Fratelli tutti, núm. 68).

Fratelli tutti, hermanos todos -expresión tomada de san Francisco de Asís-, es una encíclica sobre la fraternidad y la amistad social, como así subtitula el Papa. En ella se nos presenta una serie de claves de las que podemos extraer pautas para generar, desde nuestra misión profética, ese cambio en la sociedad que la lleve a estar más cerca del Reino de Dios. En primer lugar, denuncia un sistema político y social contra la vida, que genera actitudes de muerte y descarga de sentido los grandes temas de la humanidad. Podemos citar dos claros ejemplos de cultura antivida: los índices de natalidad bajan más y los ancianos ya no son escuchados (cf. 19). En segundo lugar, la instauración en la sociedad de la idea de individualismo, en sentido negativo, que niega la relación y la comunidad humana; no obstante, uno de los grandes mensajes del texto es la creación de una comunidad global de hermandad, no alrededor de una religión sino en torno al ser humano hijo de Dios. Este individualismo nos lleva a un aislamiento humano que deriva en el hiperconsumismo en el que todo es objeto de venta o consumo. Y finalmente, los medios de comunicación -la realidad paralela de las redes sociales- que nos hipnotizan y manipulan, nos dicen qué consumir: de ahí los nuevos gurús y profetas de nuestro tiempo, los influencers.

De estos rasgos fundamentales de la encíclica también podemos seguir desentrañando elementos pedagógicos. La sociedad de consumo del “usar y tirar” nos llama a padres y educadores a presentar a los alumnos acciones y proyectos de sentido que respondan a las preguntas fundantes del ser humano. De ahí nace otro rasgo pedagógico, el trabajo de la interioridad mediante el proceso de la interiorización, es decir, hacer brotar nuestras acciones de la reflexión interior y promover más experiencias espirituales. Esto es algo que trabajamos en nuestros centros en el día a día a través de las inteligencias múltiples (inteligencia intrapersonal). Otro elemento que debe marcar el proceso de enseñanza-aprendizaje en nuestros centros y que brota de la encíclica es el sentido de comunidad Fraterna, viga maestra del modelo de alumno trinitario que imita a Dios Trinidad en su vida de comunión con el otro. Esta comunidad de hermanos se muestra en la vivencia real y efectiva de una cultura del encuentro (cf. 30) en las comunidades educativas que proponen medidas que acaben con el descarte de persona, la violencia y la creación de muros (cf. 27).

Mención aparte, ya que trabajamos con niños, adolescentes y jóvenes, es la realidad de la experiencia diaria de consumo y venta, tanto de lo material como de lo personal. No podemos dejar pasar por alto que nuestros alumnos son objetivo prioritario de las redes sociales y entes generadores de contenidos de consumo rápido. Las chicas y chicos de nuestros colegios viven en las redes, exponen su vida íntima continuamente, una vida paralela a la biológica pero que también es vida para ellos; y en la que pasan más tiempo que en la real. El gran reto de la educación hoy por hoy es salir a las redes al encuentro de los jóvenes que necesitan una mano amiga y, especialmente, un oído que sepa escuchar activamente (cf. 49). La escucha activa es el catalizador de una llegada más profunda al alumno que llama a nuestra puerta pidiendo lo que quizá en casa se le niega.

Lo que la sociedad hiperconsumista ofrece ante esta carencia es más consumo y un mundo artificial de pose. Esta vida virtual, que abre infinitos canales de comunicación de lo más variopinto, lleva al final a una soledad interconectada con los otros. Mucha conexión, poca comunicación. Ante esto un colegio trinitario ofrece algo muy claro: la generación de proyectos de sentido. Valga como ejemplo más claro el desarrollo de una pedagogía del aprendizaje servicio en las aulas que tratan de unir el aprendizaje de contenidos curriculares y la práctica del servicio a la comunidad en la que está inserto. Un proyecto que realmente dé sentido a la acción del niño tendrá más llegada que cualquier experiencia virtual por muy atractiva que sea, aunque por ahora estemos perdiendo la batalla. Así lograremos que vuelvan a la vida real, una especie de “regreso del futuro”, recordando la saga de películas de los ochenta.

Obviamente, la pastoral educativa de nuestros centros no está al margen de toda esta pedagogía. El proyecto pastoral de los centros trinitarios tiene una responsabilidad doble: evangelizar y generar acciones de sentido. La acción pastoral de todo colegio debe pivotar sobre el eje escucha-interiorización-acción. Una escucha activa supone la dedicación de espacios y momentos para atender las necesidades de alumnos, familias y personal; la interiorización nos recuerda que toda acción brota del interior y se irradia al exterior, al igual que la felicidad como ya nos advertía Jesús en las bienaventuranzas; y una acción coordinada, organizada con sentido y que implique a todos los estamentos de la comunidad educativa.

Como conclusión, no olvidemos el carácter social y profético de la encíclica que no nos puede dejar indiferentes a la hora de llevar a buen término nuestra tarea educativa. El 27 de marzo de este año, en el momento extraordinario de oración en tiempos de pandemia, el Papa nos decía: “La tempestad desenmascara nuestra vulnerabilidad y deja al descubierto esas falsas y superfluas seguridades con las que habíamos construido nuestras agendas, nuestros proyectos, rutinas y prioridades” (núm. 32). En estos tiempos tan adversos, en los que todo se ha dado la vuelta, la encíclica nos da una serie de recursos que nos pueden ayudar a enfrentarnos a esta nueva forma de realidad en las aulas. Os invito a leerla, meditarla y extraer vuestras claves. Mientras, en los colegios de la Familia Trinitaria, seguiremos siendo FELICES CONTIGO.


 

Juan Enrique Redondo Cantueso, coordinador de Evangelización y Pastoral Córdoba

Compartir

Sobre nosotros

Los centros educativos de la Fundación Educativa Santísima Trinidad (FEST) son expresión de la misión liberadora que a lo largo de los siglos ha caracterizado, en la Iglesia y en la sociedad, a los diversos institutos y congregaciones de la Familia Trinitaria; renueva su identidad carismática al servicio de todas las personas, educando en la libertad interior y exterior