Señor, que vea

“Cuando salía Él de Jericó con sus discípulos y una gran multitud, un ciego, Bartimeo, el hijo de Timeo, estaba sentado al lado del camino pidiendo limosna. Y al oír que era Jesús Nazareno, comenzó a decir a gritos: - Jesús, Hijo de David, ¡ten piedad de mí!

Y muchos le reprendían para que se callara. Pero él gritaba mucho más: - ¡Hijo de David, ten piedad de mí!”

Nuevamente, Jesús camina por los pueblos. Debía ser la noticia del momento. Me imagino cómo entre las gentes del lugar se irían expandiendo sus palabras y obras para generar tanta expectación… El que cura enfermos, hace milagros y dice que Dios me ama viene al pueblo. Solo podía ser sinónimo de que nadie se iba a quedar igual después de verle, escucharle, e incluso, tocarle.

 

Mi visita a Alhucemas (Marruecos), durante las vacaciones Navidad, tampoco me ha dejado indiferente, supongo que como a todas aquellas personas que se cruzaban con Jesús. Allí, junto a seis compañeros más de la Pastoral Juvenil y Centros FEST, he podido conocer la misión, la cultura y los programas que la comunidad trinitaria (Manuel Cánovas y Antonio Elverfeldt) llevan a cabo: Programa DDM (Delegación Diocesana de Migraciones), centrado en atención primaria y sensibilización, Programa de mujeres “Ana bi l nafsi” con talleres formativos de costura y artesanía, Programa de niños con apoyo escolar y atención a migrantes estudiantes de Costa de Marfil, Zambia… Gracias, Manolo y Antonio, por vuestra acogida y el cariño infinito. 

 

El grito del ciego Bartimeo es ahora el mío, el de mi corazón. Mi ceguera puede traducirse en muchas cosas. Creo que en mi vida he puesto delante obstáculos que me impiden ver a Jesús en los demás. Esta ceguera es un defecto que me dificulta, en ocasiones, analizar, interpretar y evaluar, que me imposibilita ver con claridad lo lejano, que provoca que el futuro sea borroso o incierto y que me obliga a percibir a las personas como sombras o siluetas… permitiéndome, además, el lujo de opinar sin (re)conocer…  

 

Bartimeo podría haberse quedado quieto y haberse callado cuando le regañaban. Pero, gritó. Él quería ver, pidió y vio. Dios me sigue preguntando: "¿Qué quieres que haga por ti?". Y dos mil años después, sigo necesitando que me dé fe, no sólo para volver a ver, sino para no perderle de vista jamás.

 

“Domine, ut videam: Señor, ¡que vea! Que vea lo que Tú esperas de mí y no deje de contemplarte en las personas…”

 

Lourdes Carmona Fernández

Profesora y directora pedagógica de Secundaria

Colegio Stma. Trinidad-Trinitarios. Centros FEST

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Los centros educativos de la Fundación Educativa Santísima Trinidad (FEST) son expresión de la misión liberadora que a lo largo de los siglos ha caracterizado, en la Iglesia y en la sociedad, a los diversos institutos y congregaciones de la Familia Trinitaria; renueva su identidad carismática al servicio de todas las personas, educando en la libertad interior y exterior